Ley de bases para la neocolonización de la subjetividad argentina

Diego Del Basso

(Argentina)


El día 13 de junio de 2024 el Senado de la Nación Argentina aprobó la “Ley de Bases”. Esta Ley incluye una reforma del Estado, la delegación de superpoderes al Ejecutivo, privatizaciones, disolución de organismos públicos esenciales y una profunda reforma laboral neoliberal, entre otros puntos clave. Como era de esperarse, tanto el oficialismo como la “oposición” entreguista se alinearon con la voluntad política de Javier Milei para aprobar un paquete jurídico que sólo beneficia a los sectores más ricos del país y a los capitales transnacionales, especialmente aquellos vinculados con Vanguard y Blackrocks, destacando a multimillonarios como Larry Fink, John Bogle y Elon Musk, entre otros. ¿Quiénes pierden? Como siempre, el pueblo argentino. 

En esta reflexión, queremos abordar las implicaciones de la Ley de Bases, pero ya no a nivel objetivo, es decir, en términos económicos, políticos y sociales, sino más bien en términos subjetivos e intersubjetivos, o sea, a nivel de nuestra conciencia como argentinos y argentinas, en lo personal y comunitario. Posteriormente, plantearemos la necesidad de efectuar una descolonización de las estructuras objetivas y subjetivas, si es que queremos construir una Argentina más humana, justa y comunitaria.

El filósofo boliviano Juan José Bautista sostiene que la transformación del modelo de desarrollo económico de un país, su modelo productivo y de consumo, así como la estructura política del Estado formalizada en la Constitución Nacional, refleja y cristaliza el tipo de subjetividad que posee el ciudadano de dicho país1. Por lo tanto, la liberalización de casi todas las dimensiones de la realidad, como plantea la Ley de Bases, determina de forma directa e indirecta el modo de ser, estar y vivir en el mundo de cada uno de nosotros en tanto sujetos singulares. Dicho de otro modo, la estructura objetiva de nuestro país (el contexto social concreto) determina la estructura subjetiva de sus ciudadanos, y viceversa.

Con el fin de la Guerra Fría y el inicio de la globalización en 1990, el neoliberalismo, de la mano de Carlos Menem, ha producido una reestructuración del Estado y la sociedad en favor de la libertad de mercado siguiendo los lineamientos del Consenso de Washington (1989), el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esto no sólo ha destruido la base productiva, los sindicatos y el nivel de consumo de nuestro país, sino que también ha contribuido a consolidar un nuevo tipo de subjetividad argentina que cree que para lograr el éxito debe aceptar acríticamente las reglas del juego del libre mercado. Sin embargo, este proceso no se origina con Menem, sino que debemos remontarnos hasta la década de 1970. Fue entonces que las dictaduras militares comenzaron a destruir el Estado y perseguir sistemáticamente a los movimientos populares, los sindicatos, las clases trabajadoras combativas y los intelectuales orgánicos críticos. A través de la violencia del terrorismo de Estado, primero, y producto de la violencia del terrorismo pedagógico y epistémico, después, nuestro pueblo ha visto atacada su conciencia popular, debilitada su unidad política nacional, encubierto su ser latinoamericano y memoria histórica de lucha liberadora en contra del imperialismo y las transnacionales que tanto nos caracteriza.

Represión contra intelectuales en Argentina durante la dictadura de los años 70

El neoliberalismo globalizado de la década del 90, el cual se camufló tras las ideas de democracia representativa (como sistema político), economía de mercado (como sistema económico) y defensa de los derechos humanos (como valores universales), ha “criado” subjetividades individualistas, egocéntricas y ególatras (Bautista), completamente desarraigadas de las comunidades y territorios de los cuales forman indisolublemente parte. Esto ha hecho que la subjetividad argentina esté más identificada con un mundo globalizado y desterritorializado, hegemonizado por los Estados Unidos y el “american dream”, que con su comunidad más próxima, es decir, su familia, su pueblo y su región.

Las élites políticas y económicas de nuestro país, sean parte de la oligarquía terrateniente o la burguesía transnacional(izada), buscaron por todos los medios posibles acoplarse a los intereses estratégicos de la potencia del norte. Por ello, se produjo una neoliberalización estructural en materia productiva, cultural y pedagógica que impactó de lleno en la conciencia de las juventudes a través de la educación, los medios masivos de comunicación, las formas de producir y las mercancías que consumimos.

Como hemos indicado, el neoliberalismo no sólo tiene impacto en la realidad objetiva, es decir, “fuera” de nosotros, sino que también impacta en nuestra interioridad, o sea, en lo que somos como sujetos singulares. En este sentido, no sólo se neoliberaliza la realidad material y las instituciones, sino también nuestra identidad subjetiva, es decir, todo lo que somos como seres humanos: nuestro comportamiento con nosotros mismos y los demás, nuestros sueños, deseos y utopías.

En términos generales, en Argentina hubo una reversión del proceso neoliberal y occidentalocéntrico gracias al “giro a la izquierda” de la primera década del siglo XX, de la mano de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015). Sin embargo, con el “reverdecer conservador” y el surgimiento de nuevos gobiernos neoliberales como el de Mauricio Macri (2015-2019) en la región, la neoliberalización de las instituciones y la subjetividad de los argentinos se ha profundizado estrepitosamente. Se han dado muchos pasos atrás. Luego, tuvimos un débil atenuamiento del proceso durante la administración socialdemócrata de Alberto Fernández (2019-2024) y, posteriormente, la intensificación de la subjetividad egoísta y colonial tras la llegada de Javier Milei al gobierno en 2024.

La Ley de Bases es el primer gran paso del gobierno de Milei para destruir la estructura de desarrollo productivo argentino que constituye la materialidad de nuestra conciencia nacional, es decir, lo que nos permite reproducir la vida diariamente. Dicha conciencia es peligrosa para Milei, el imperialismo y las transnacionales, ya que reivindica la soberanía de nuestro territorio y funciona como un obstáculo insoslayable para los intereses imperialistas y de los capitales financieros buitres de la industria de la alta tecnología (como las de Inteligencia Artificial), que están ávidas de minerales estratégicos (como el litio de las provincias de Salta y Jujuy, y el petróleo de Vaca Muerta en Neuquén). Sin embargo, es importante tener en cuenta que las élites globales son muy conscientes de la catástrofe medioambiental que padece la humanidad y del inevitable colapso del sistema capitalista como sistema global de producción y consumo. Por lo tanto, también buscan los recursos fundamentales para la reproducción de la vida en el nuevo sistema que pretenden crear, como el agua, aire limpio, tierras cultivables, etcétera. El problema es que sobre este territorio vivimos 47 millones de seres humanos que, en su gran mayoría, no estamos prestos a regalar ni vender nada. ¿Qué planean hacer al respecto? Pretenden eliminarnos para sacarnos del medio, tal como quieren hacer con el pueblo venezolano.

Javier Milei

De consolidarse el neoliberalismo a la Milei, estamos condenados a vivir (quienes sobrevivan) en un país profundamente desigual y desnacionalizado, lo que generalizará la miseria, el hambre y la pobreza estructural, así como la destrucción de la naturaleza. Además, fragmentará e impedirá cualquier tipo de lucha de liberación conjunta contra la dominación ejercida por el gobierno de Milei, el imperialismo norteamericano y los capitales transnacionales. ¿De qué manera? A través de la individualización de los sujetos y movimientos políticos. Como sostiene el sociólogo puertorriqueño Ramón Grosfoguel, el imperialismo no confronta directamente con los movimientos populares de lucha, sino que busca dividirlos a través de la concesión de beneficios y privilegios a unos en detrimento de otros. De esta manera, la lucha se debilita hasta hacerse inofensiva u operar en beneficio del sistema y en contra de la unidad del pueblo. A esto, Grosfoguel le denomina “imperialismo interseccional” o “multiculturalismo liberal” y la filósofa estadounidense Nancy Fraser le llama “neoliberalismo progresista”.

Si bien nuestra subjetividad ha sido desde sus orígenes eurocéntrica, blanca, racista, colonial, cristiana y burguesa, etcétera, procesos históricos como la independencia liderada por San Martín, los gobiernos populares de Perón y Evita en el siglo XX y, más recientemente, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, disputaron esta situación promoviendo, entre otras cosas, la justicia social, la autonomía geopolítica y la integración latinoamericana. El objetivo era formar una conciencia popular y nacional, latinoamericana y antiimperialista, aunque no necesariamente radical ni revolucionaria. Este esfuerzo tuvo un éxito parcial. No obstante, sí lograron cultivar una dignidad popular que una gran parte de nuestro pueblo no está dispuesto a perder. 

Con esta nueva Ley, se pretende destruir esta identidad popular y nacional latinoamericana, así como nuestra dignidad humana, para consolidar al sujeto individualista pertinente para el nuevo mundo que las élites occidentales desean crear. Como hemos señalado, esto no es nuevo; sus raíces se remontan a la década de 1970 con las dictaduras militares (doctrina Kirkpatrik) de América Latina. El golpe de Estado de Jorge Rafael Videla en 1976 fue un precedente, pero no debemos olvidar que tres años antes, Augusto Pinochet había instaurado el neoliberalismo en Chile mediante un golpe de Estado contra el gobierno democrático de Salvador Allende. Fue en Chile donde se aplicó por primera vez el modelo neoliberal, que sólo puede imponerse como sistema social mediante la represión de las resistencias populares.

La represión, junto con el Protocolo “antipiquetes” de Patricia Bullrich, es una manera de allanar el camino para la profundización del modelo neoliberal de tipo globalista periférico y neocolonial en Argentina. ¿Por qué? Porque no puede haber medidas políticas y económicas que vayan en contra de la vida del pueblo sin represión, ya que los pueblos no son suicidas, sino que siempre quieren vivir y ser soberanos de su propio destino. Por ello, siempre reaccionarán críticamente frente a los intentos de destrucción del Estado, ya que se reconocen como parte de él.

La mano dura del gobierno de Milei y su proyecto de reestructuración del Estado no se limita a explotar nuestros “recursos” naturales y estratégicos, como suele creerse; busca terminar de destruir lo que nos queda de subjetividad comunitaria, popular, nacional y latinoamericana. Su objetivo es fragmentarla hasta sus últimas consecuencias para crear “sujetos globalistas periféricos” aptos para (sobre)vivir en la nueva configuración geopolítica mundial que las élites occidentales intentan imponer. Según Grosfoguel (2023), ante el colapso del sistema mundial vigente, las élites occidentales compiten por la nueva configuración del mundo. Una alternativa es la propuesta de la élite “globalista fascista”, concentrada en el Foro Económico de Davos y promotora de la tendencia geopolítica global de “mundialización”, que, según los internacionalistas argentinos Esteban Actis y Bernabé Malacalza (2021), “diluye la noción de fronteras, dejando traslucir el papel de los actores no gubernamentales, las grandes corporaciones digitales, la banca financiera multinacional [y] las organizaciones criminales, […] entre otros”, (p. 116). Otra alternativa a la debacle del sistema mundial capitalista actual es el “nacionalismo imperialista” fascista liderado por personajes como Donald Trump, al que los internacionalistas denominan “Westfalia”, el cual “pone el acento en los Estados-nación, las fronteras, el territorio, la soberanía y el control de los flujos transnacionales”, (ibid).

Reunión del Foro Económico de Davos

Los globalistas fascistas buscan la destrucción de los estados y la disolución de las fronteras para que el capital transnacional pueda circular libremente, haciendo que los nuevos “individuos” autistas sean los actores protagónicos del proceso, en detrimento de las comunidades, movimientos, estados, la integración regional y la vida de la naturaleza. Por el otro lado, los nacionalismos imperialistas fascistas busca preservar su lugar de privilegio en el sistema mundial mediante la defesa del proteccionismo xenófobo antiinmigrante. En cuanto al proyecto de Milei en Argentina, país periférico del sistema-mundo, pensamos que se trata de un “globalismo periférico” neocolonial que, para legitimarse y mantenerse en el ejercicio del poder, debe producir un tipo de subjetividad acorde. Para ello, la Ley de Bases y futuras leyes que sigan esta dirección son indispensables.

Javier Milei es pro-occidental y busca la desnacionalización de nuestros recursos y la destrucción del aparato del Estado. Así, desmantela el entramado que nos hace ser un pueblo soberano de nuestro territorio y destino como nación. El socavamiento del Estado y la modificación de leyes claves para el desarrollo de nuestro país afectará significativamente nuestra subjetividad singular, es decir, quienes somos como seres humanos, alineándola con el nuevo sistema mundial que se quiere imponer desde el Norte Global. Como hemos indicado, Milei no es estatista, sino un globalista periférico neocolonial y fascista. Sin embargo, no se identifica plenamente con el globalismo del Foro Económico Mundial basado en la Agenda 2030 de Naciones Unidas, sino con una minoría liderada por Elon Musk y compañía. Estos están en contra de esta Agenda y se articulan con las “derechas alternativas” lideradas por Trump y secundada por Jair Bolsonaro, entre otros. Estas derechas pretenden constituir un nuevo tipo de subjetividad neocolonial, que no se limita a Argentina, aunque nosotros seamos el laboratorio de este proyecto, sino que se va internacionalizando poco a poco. En todo el mundo occidental, surgen sectores sociales que empatizan con las ideas de Milei, no porque él las haya inventado, sino porque representa cabalmente un proceso que existe desde la década de 1970. Sin embargo, la lógica, racionalidad y subjetividad sobre la cual se monta el “anarco-capitalismo” neoliberal que propone Milei es propio de lo que la filósofa mexicana Katya Colmenares denomina “subjetividad moderna”, originada con la Modernidad en 1492 y mundializada a través de la conquista, invasión y colonización de las Américas, África y Asia por la Europa de la cristiandad.

Javier Milei y Elon Musk. Representantes de las «derechas alternativas»

Ahora bien, ¿qué hacer frente a la profundización de la subjetividad neocolonial y neoliberal? Debemos resistir. ¿Cómo se resiste? Reconstruyendo la comunidad y luchando por su defensa. Frente al neoliberalismo y la fragmentación popular, debemos reconstituir la comunidad de vida que en esencia somos, no sólo para poder producir y reproducir la vida en términos materiales, sino para consolidar la subjetividad comunitaria argentina que las élites occidentalizadas nos quieren arrebatar y destruir. Necesitamos llevar a cabo luchas comunitarias y populares para revertir la situación y recuperar el Estado argentino, no para volver a ser lo que ya fuimos, un pueblo neocolonial y un Estado que reproduce la desigualdad estructural, sino para transformarlo. Ya no queremos más el “Estado aparente” (René Zavaleta Mercado) y neocolonial argentino, sino que necesitamos un nuevo Estado que sea comunal y plurinacional, que respete todas las identidades culturales que coexisten en su interior. Como señala Grosfoguel, debemos llevar a cabo una lucha antiimperialista a través de un frente amplio unido, no sólo contra el gobierno fascista de Milei, sino también contra el imperialismo occidental tanto globalista como estatista fascista que lo promueven. Para ello, debemos desarrollar nuevas estrategias y tácticas de liberación. Una de ellas puede ser el boicot contra la entrada de Inversión Extranjera Directa (si ocurre) de las transnacionales buitres. Debemos impedir su ingreso o boicotear su establecimiento para que no destruyan nuestro modelo productivo y nuestra naturaleza, condición sin la cual no podemos reproducir la vida. También debemos internacionalizar la lucha y extenderla a toda América Latina y finalmente a todo el Sur Global, ya que un solo pueblo no puede vencer al sistema imperialista mundial. Debemos ser conscientes de que buscan romper y destruir nuestra subjetividad comunitaria para instalar una subjetividad “artificial” (IA) de sujetos sin corporalidad viviente, sino puramente digitales, es decir, de gente sin territorio ni historia, sin raíz.

También necesitamos formación ética y política para que nuestra subjetividad no sea avasallada por la cultura neoliberal, moderna y neocolonial. Es decir, necesitamos descolonizar las estructuras subjetivas modernas que hemos interiorizado y reproducimos como si fueran propias. La Ley de Bases viene a modificar prácticamente todas las dimensiones de la realidad objetiva del argentino para transformar todas las dimensiones de nuestra realidad subjetiva. Lo que no consiga con esta ley, lo hará con otras. Por ello, hacemos un llamado de atención y advertencia a nuestro pueblo: el imperialismo vía Milei no sólo viene por nuestras riquezas materiales, sino que el objetivo final somos nosotros, nuestra identidad personal, popular y comunitaria. Debemos resistir, lo cual no sólo exige voluntad y fuerza, sino también conciencia y autoconciencia de ser la sede del poder político argentino y soberanos del destino de nuestro Estado, el cual necesita ser transformado. Para ello, es fundamental hacer comunidad y practicar la solidaridad no sólo nacional, sino también internacional.

Debemos prestar atención al impacto subjetivo del neoliberalismo, ya que su peor efecto es la destrucción de nuestra esencia comunitaria y solidaria. Si todos nos convertimos en sujetos individualistas y neoliberales, los 47 millones de argentinos, las élites occidentales habrán conseguido un “ejército” de sujetos egoístas y ególatras que en vista de satisfacer su propio interés no dudarán ni un segundo en destruirse entre sí para poder sobrevivir en un mundo profundamente caótico y miserable. No debemos permitir que esto ocurra. Debemos revertir esta tendencia. Necesitamos más conciencia, más comunidad de vida, más solidaridad, más formación ética y política en clave descolonial y liberadora. 

La lucha de liberación antiimperialista es imprescindible hoy más que nunca, ya que, como sostiene Grosfoguel, podemos ser antirracistas, anticoloniales, antipatriarcales, antiecologicidas, etcétera, pero si no somos antiimperialistas, todas estas luchas serán cooptadas por el sistema imperialista mundial moderno/colonial. No seamos ingenuos. Ya nos han herido muchas veces y no podemos permitir que nos destruyan por completo. Es tiempo de actuar. El momento es ahora.


Notas:

  1. Juan José Bautista aprendió esto durante el proceso constituyente boliviano (2006-2007), en el cual se develó que el misterio de la dominación material, subjetiva e intersubjetiva que sufría el sujeto boliviano residía en la Constitución Nacional neoliberal y moderna. Esto significa que la subjetividad eurocéntrica y moderna de los bolivianos se reflejaba en su Carta Magna. Por ello, Bautista (2010) sostiene que “mientras no transformen esa subjetividad, aunque digan que están a favor del cambio, seguirán repitiendo viejas formas no sólo de pensar, sino también de hacer política, porque para poder transformar radicalmente el estado colonial que nos legó la república oligárquica, lo primero que hay que hacer es transformar la propia conciencia o subjetividad con la que queremos transformar la realidad. Si no transformamos la parte colonizada de nuestra subjetividad, la realidad que queremos construir y producir, seguirá siendo la misma”, (pp. 11-12). De allí que la lucha del pueblo boliviano no sólo se materializó en una nueva Constitución, base de un nuevo Estado Plurinacional, sino también en un nuevo tipo de subjetividad comunitaria (la cual, hoy ha entrado en crisis).

Bibliografía

ACTIS, E. MALACALZA, B. (2021). “Las políticas exteriores de América Latina en tiempos de autonomía líquida”, Nueva Sociedad, Nro. 291.

BAUTISTA SEGALES, J. J. (2010) Crítica de la razón boliviana. Elementos para una crítica de la subjetividad del boliviano con conciencia colonial, moderna y latino-americana, Ed. Rincón, La Paz.

GROSFOGUEL, R. (2023, octubre). “El futuro de la humanidad y la fractura de las élites occidentales”, Rebelión. Recuperado de: https://rebelion.org/el-futuro-de-la-humanidad-y-la-fractura-de-las-elites-occidentales/

Genocidio

Humberto J. González Silva

(Venezuela)


El Diccionario de la Real Academia Española recoge un significado para el término: genocidio sería el “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. El término genocidio se atribuye a Rafa Lemkin, jurista nacido en Polonia, quien lo utiliza y explica en su libro El dominio del eje sobre la Europa ocupada, publicado por primera vez en 1944.

Campo de Concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial

Revisemos un momento su conceptualización:

“Por “genocidio” nos referimos a la destrucción de una nación o de un grupo étnico. Esta nueva palabra, acuñada por el autor para denotar una antigua práctica, en su desarrollo moderno, proviene del griego antiguo genos (raza, tribu) y del latín cide (matanza) y corresponde, por su formación, a palabras tales como tiranicidio, homicidio, infanticidio, etc.”

Pero la matanza de todos los integrantes de una nación o un grupo étnico, que de por sí sería un genocidio monstruoso, no es el único caso de genocidio.

“De manera general, la palabra genocidio no significa necesariamente la destrucción inmediata de una nación, excepto cuando se lleva a cabo a través de una matanza masiva de todos los miembros de una nación”.

Una nación o un grupo social es mucho más que una suma de individuos, y el “exterminio” de una nación hace uso de otros medios que Lemkin define “con mayor exactitud”:

“Con mayor exactitud, significa un plan coordinado de diferentes acciones que buscan la destrucción de los fundamentos esenciales de la vida de grupos nacionales con el propósito de aniquilar a estos mismos grupos”.

¿Y cuáles son esos “fundamentos esenciales de la vida de un grupo nacional”? Lemkin los enumera al describir un plan genocida:

“Los objetivos de un plan como ese serían la desintegración de las instituciones políticas y sociales, de la cultura, de los sentimientos nacionales, de la religión y de la existencia económica de grupos nacionales y la destrucción de la seguridad personal, de la libertad, de la salud, de la dignidad e incluso de la vida de los individuos que pertenecen a tales grupos”.

Porque la destrucción de una nación no está dirigida solamente contra individuos particulares. El genocidio implica la eliminación de gente por pertenecer al grupo perseguido, tanto como la eliminación de las condiciones del grupo nacional para existir y reproducir su vida.

“El genocidio se dirige contra el grupo nacional como entidad y las acciones implicadas están dirigidas contra los individuos, no como tales sino como miembros del grupo nacional”.

Y el concepto de genocidio como acción dirigida a eliminar una nación (o un grupo social) es ilustrado por Lemkin, como para que no queden dudas:

“La siguiente ilustración bastará. La confiscación de la propiedad de los habitantes de un área ocupada, sobre la base de que han dejado el país, puede ser simplemente considerada como una privación de sus derechos individuales a la propiedad. Sin embargo, si las confiscaciones se ordenan por el sólo hecho de ser polacos, judíos o checos, entonces las mismas confiscaciones tienden, en efecto, a debilitar las entidades nacionales de las que son miembros esas personas”.

Y aquí avanzamos sobre las “causas” del genocidio, a la situación que le define, que no es otra que el de la imposición de un patrón de dominación sobre un grupo oprimido:

“El genocidio tiene dos fases: una, la destrucción del patrón nacional del grupo oprimido; otra, la imposición del patrón nacional del opresor. Esta imposición, a su vez, se puede realizar sobre la población oprimida a la que se le permite quedarse o sobre el territorio mismo después de retirar a la población y colonizarlo con los ciudadanos del grupo opresor”.

Fuerzas de ocupación israelíes expulsado palestinos de Ramallah, 1948

Y así describe que el genocidio puede operar en dos sentidos: sometiendo a la población oprimida al “patrón nacional del opresor”, o eliminando o “retirando” (expulsando la población o reduciéndola a espacios restringidos) para instalar en los territorios despojados a la población de la nación opresora.

En este punto recordamos que Raphael Lemkin era polaco y de familia judía, es decir, se encontraba entre dos de las poblaciones que el régimen de Adolf Hitler condenaba al genocidio. Se entiende porqué se refugió en Estados Unidos en 1939.

Sin embargo, cada uno de los elementos expuestos es directamente aplicable a la acción de Israel en Palestina.

La ocupación sionista de Palestina, que había sido colonizada por Gran Bretaña, puede contarse desde antes, pero la fecha del 15 de mayo es conmemorada por el pueblo palestino como el día de la Nakba. Nakba puede traducirse del árabe como “catástrofe” o “desastre”. El 14 de mayo de 1948 se había proclamado la independencia de Israel, a quien las Naciones Unidas había asignado arbitrariamente más de la mitad del territorio palestino. Antes y después de esta fecha la acción de las fuerzas sionistas, mediante sus brazos militares (Haganá, Lehi, Irgún), despobló o destruyó alrededor de 500 poblados y ciudades habitadas por palestinos. Sus casas, sembradíos, centros educativos y religiosos fueron destruidos. Los poblados fueron borrados de los mapas o renombrados y ocupados por colonos israelíes. En total, la población palestina que tuvo que abandonar sus hogares y tierras se cuenta entre 700 mil y 800 mil personas. Su esperanza de retorno, amparada también por resoluciones incumplidas de las Naciones Unidas, se vio sistemáticamente frustrada: pasaron a la condición de refugiados o desplazados en la Franja de Gaza, en Cisjordania o en los países vecinos (Líbano, Siria, Jordania, Egipto).

Palestinos desplazados durante la Nakba

Desde entonces se fraguó el genocidio, destruyendo o intentando destruir las “bases fundamentales para la vida de una nación”. La invasión de tierras, el desalojo de poblaciones, la restricción de sus desplazamientos y sus derechos en los territorios que históricamente habían ocupado, ha sido una práctica sistemática. La fase actual del genocidio, con más de 35 mil asesinados en la Franja de Gaza, más de 10 mil desaparecidos y de 70 mil heridos, tiene los aires de la “solución final”. El crimen descarado ha sido repudiado y está siendo repudiado por todos los pueblos del mundo, la decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas para reconocer al Estado Palestino es vetada por los líderes del imperialismo y el racismo: el gobierno de los Estados Unidos; sus frases hipócritas no pueden negar que es el principal financista y defensor militar del genocidio.

Una nueva República

Humberto J. González Silva

(Venezuela)


Para algún fanático de la precisión geográfica, Barbados queda en el Océano Atlántico, al este de la cadena de islas que «cierra» el Caribe. Sin embargo, por su gente y por su historia no cabe duda que es un país caribeño y nos queda cerca. Desde Carúpano a Barbados en línea recta hay 488,94 kilómetros, menos de la distancia en línea recta que hay entre Carúpano y Valencia (523,27 km), menos que la distancia por carretera entre Carúpano y Caracas que supera los 500 kilómetros.

Cerca también históricamente, pues los primeros habitantes documentados de Barbados, llegaron hacia el año 350 de nuestra era, y provenían del Delta del Orinoco, esos mismos que fueron agricultores, pescadores y ceramistas. Al primer grupo humano le siguió un grupo arawaco hacia el año 800, que llamaron a la isla Ichirouganaim. Una tercera ola de migrantes era caribe, también proveniente de Venezuela, que llegó en el siglo XIII, digamos alrededor de 1250.

Más de mil años de población originaria de la Abya Yala, interrumpidos por el «descubrimiento» de Colon en 1492. Las «correrías» de los invasores europeos, en busca de convertir en esclavos a gente libre, contribuyeron a despoblar la isla, hasta que llegaron los ingleses en 1625. Convirtieron entonces al país en un centro para la trata de personas esclavizadas secuestradas en África. Hermanas y hermanos que padecieron la esclavitud, secuestrados o «exportados» a las costas venezolanas, de Jamaica o Cuba; es difícil establecer. Terminaron sus descendientes hablando inglés mientras hacían prosperar con su trabajo la producción de azúcar y de ron, bajo el dominio del imperio británico. Justo la dominación y la subordinación les ha hecho distantes. Mucho tiene que hacerse todavía para que nos reconozcamos en nuestra cercanía.

La bandera de Barbados izada sobre los edificios del parlamento, construidos entre 1870 y 1874. El nuevo papel de Dama Sandra Mason como primera presidenta de la isla fue aprobado por las dos Cámaras del Parlamento en Barbados.

Desde esta semana Barbados es una república. Sustituye a la Reina de Inglaterra como jefe de Estado la nueva presidenta, Sandra Manson. Justo ese 30 de noviembre se cumplieron 55 años de la declaración de independencia, pero Barbados seguía teniendo como jefa de Estado a Elizabeth II, la longeva Reina de Inglaterra.

Si a alguien le parece irrelevante, recordemos que para el poder británico unas pequeñas islas más al sur, Las Malvinas, fueron objeto de una guerra en 1982, con la movilización de más de 24 mil efectivos militares, 117 aviones y 111 buques, contando dos portaviones.

Esta vez el cambio es pacífico, pero igualmente parte de lo que es un largo proceso de descolonización. En un reportaje de la BBC, entrevistan a Henderson Cárter, historiador barbadense. «Barbados se independizó en 1966, pero no había sido independiente debido a un lastre colonial que mantenía a la reina como nuestra jefa de Estado», dice y continua: «Durante más de 300 años hemos tenido gobernadores que han estado tomando decisiones en nombre de la Corona. Lo que estamos haciendo es un cambio simbólico y psicológico, porque si pensamos en el mandato británico, también pensamos en esclavismo. No los podemos separar» Y sintetiza el significado de la nueva República: «Lo que está ocurriendo ahora es que nos estamos quitando el yugo colonial. Es un momento especial para personas que durante muchos años sufrieron esclavitud, represión y terribles condiciones bajo el mandato británico».

El retrato de la reina saldrá de los edificios de gobierno e irá a un museo. Los funcionarios ya no juraran lealtad a la reina.

El entrevistador se preocupa por si la nueva República exigirá reparaciones al imperio británico. Cárter responde: «Tenemos un movimiento que llama a que los británicos y otros países hagan reparaciones por las injusticias que se cometieron durante la era del esclavismo. Eso es algo justo, y no significa que seamos enemigos, que no nos podamos sentar en la misma mesa y negociar».

La descolonización no significa de ninguna manera declarar enemistad contra otro pueblo, es cosa de reconstruir la propia dignidad y de romper esa colonialidad del poder presente en un sistema mundial dónde las antiguas y nuevas potencias se comportan como dueños del mundo.

«Le estamos diciendo al mundo que aunque seamos un país pequeño, somos capaces de dirigir nuestro destino», se despide Henderson Cárter.

Nota

  • Publicado originalmente en Ciudad Caracas el 5 de diciembre de 2021

Las víctimas de la lucha de clases

José Ernesto Nováez Guerrero

(Cuba)


Si un término está cada vez más ausente del discurso político y mediático contemporáneo es el de lucha de clases. Pareciera que, con la rendición ideológica y el derrumbe del socialismo en Europa del Este, todo o buena parte del aparato categorial heredado del marxismo hubiera caído en total desuso. Relegado al trastero teórico de la historia. Sin embargo, la realidad, terca, sigue ahí. Y cuando renunciamos a los conceptos que la expresan adecuadamente, no detenemos por ello el curso de los fenómenos sociales, sencillamente oscurecemos su comprensión y las posibilidades de explicarlos.

Un excelente ejemplo de las dimensiones de la lucha de clases en la actualidad lo tenemos en el excelente libro de Helena Villar, Esclavos Unidos. La otra cara del American Dream, cuya edición conjunta entre Ciencias Sociales y Akal acaba de ser presentada en La Habana en la recién concluida Feria Internacional del Libro.

Portada del libro Esclavos Unidos de Helena Villar

La investigación de la periodista española, corresponsal de RT en ese país, comprende numerosas aristas de la sociedad norteamericana actual. Entrelazando los datos con numerosas historias de vida, va emergiendo un panorama: el de una sociedad inmensamente rica donde las élites han logrado privatizar masivamente las ganancias y convertir en un problema privado la solución de la crisis pública que han generado sus acciones.

Así, mientras las grandes familias capitalistas como los Walton, los Bezos, los Gates, los Koch, los Mars han aumentado su riqueza casi un 6000 por ciento, la riqueza doméstica media del país ha descendido en torno al 3 por ciento. Y continúa en declive, por la acción combinada de los efectos de la pandemia y la crisis económica mundial.

Estas élites tienen un pilar fundamental en el enrevesado sistema legal del país, donde se solapan legislaciones federales con estaduales y órganos de poder federal y local. En la práctica, las grandes fortunas pueden hacer lobby legal en defensa de sus intereses, financiar las campañas de legisladores, gobernadores y presidentes y garantizar tanto leyes que las favorezcan como normativas laxas en la ejecución de aquellas leyes que van en contra de sus intereses.

El ciudadano trabajador se haya atrapado en una red donde la ley, la economía y la política son parte de un todo tributario a los intereses del afortunado uno por ciento. Las políticas neoliberales aplicadas a partir de la década del ochenta del siglo XX han agravado aún más esta situación, golpeando sobre todo servicios básicos que atentan directamente contra la calidad de vida de la población, como son salud, educación, agua potable, vivienda, etc.

El caso de la salud es sumamente alarmante. La COVID 19 solo desnudó los problemas que ya estaban ahí. Para 2018, 27,5 millones de norteamericanos, entre ellos cuatro millones de niños, vivían sin seguro médico. Eso en un país donde la salud es excluyentemente cara. Según datos del American Journal of Public Health, citados por la autora, se calcula que cada año 530 mil familias se declaran en quiebra económica en Estados Unidos por no poder hacer frente a los gastos médicos.

El negocio de la salud en el país es escandaloso. En su investigación, el libro refiere un escándalo desatado en 2019 referente al costo de la insulina para los diabéticos. En un país donde más de 30 millones de personas son diabéticas y más de 1,2 millones están diagnosticadas con el Tipo 1, o sea, dependen del consumo diario de insulina, las grandes farmacéuticas comercializan los viales de este medicamente a un precio que ronda los 140 dólares por vial, cuando su costo de producción es apenas cinco dólares.

Este costo injustificado de los servicios de salud, ha llevado a que muchas personas opten por automedicarse para tratar dolores y padecimientos crónicos, antes de enfrentarse a una consulta que no pueden pagar. Muchos han optado por los opiáceos, provocando una verdadera pandemia de dependencia en el país. Otros, han buscado sucedáneos y no es raro encontrar personas consumiendo medicamentos para peces, porque son más baratos. En el libro se recogen varios testimonios.

La crisis de los opiáceos, dibujo de Dave Adam Siglys

La educación también ha visto como se reducen significativamente sus presupuestos. El resultado es un empeoramiento de la calidad de la docencia, sobre todo en las zonas más pobres del país, donde también, coincidentemente se da una mayor concentración de población no blanca. Para intentar sortear esa crisis, muchos jóvenes deben apelar a créditos estudiantiles, que hoy son una de las principales causas de deuda en el país, junto con la salud y la vivienda.

Millones de norteamericanos acceden a un título a costas de deudas que arrastrarán durante buena parte de sus vidas adultas, a riesgo de que, ante cualquier impago, caigan sobre ellos y sus propiedades las garras del banco, respaldado por la violencia de un sistema que bendice, en los actos, ese estado de cosas.

La magnitud de esta crisis social no solo no es afrontada mediante políticas públicas coherentes, sino que está bastante ausente, en su total dimensión, del debate político. En un país que todos los años aprueba presupuestos récord de defensa, se alega la falta de dinero como principal explicación administrativa a la solución de los problemas sociales.

Los problemas públicos creados por el capital y su afán de ganancia, deben ser paleados mediante donativos privados, ONG’s, colectivos de autoorganización ciudadana, iglesias, individuos, etc. La solidaridad entre personas, que sin dudas salva numerosas vidas, pero es incapaz de dar una solución definitiva a problemas que son estructurales.

El resultado de este cerco sobre el trabajador es el malestar creciente que resulta palpable en la sociedad norteamericana. La derechización de importantes sectores del electorado que buscan en un candidato como Donald Trump, que se presenta con un discurso mesiánico y aparentemente antisistema, una respuesta al deterioro constante de sus vidas y sus comunidades. Y cuando esta insatisfacción se expresa por el cauce de la ultraderecha, adquiere siempre claros tintes racistas y supremacistas. Es la respuesta natural del nativo que cree ver en el “otro” la causa de todos sus males.

Pero también la contradicción se ha expresado en el emerger de una conciencia de izquierda en importantes sectores de la sociedad norteamericana, aunque a esta conciencia le cueste mucho más trabajo, por la particular configuración de la escena política y mediática en el país, encontrar espacios para presentar y divulgar su discurso. Una parte de estos sectores acaban siendo canalizados dentro del seno del bipartidismo imperante por individuos como Bernie Sanders, que cumplen una función que en la política norteamericana se conoce como “pastores de ovejas”.

A la hora de entender la cólera sorda que explotó en el asalto al Capitolio en 2020 o que explota periódicamente en numerosos espacios del país, es importante entender que esas personas son los derrotados en la lucha de clases. La mayor parte de ellos son la norteamericana trabajadora que ha visto de padres a hijos como les roban su tranquilidad material y espiritual y los dejan cada vez más indefensos en manos de las grandes corporaciones que les ofrecen trabajos cada vez más precarios y con menos derechos, que los dejan llenos de deudas y les cobran una fortuna por servicios públicos totalmente deficitarios.

Asalto al Capitolio, 2021

Son las víctimas del capital, que, como en la siempre útil imagen de Marx, al igual que un vampiro, crece de chupar la sangre de todos y todas los que queden presos de sus redes.

Tres muros

Humberto J. González Silva

(Venezuela)


El muro es el signo concreto de la separación entre el adentro y el afuera. Todo muro está hecho para mantener afuera a los que sobran o adentro a quienes se quiere mantener encerrados. Con cercas y muros se ocupan territorios para apropiarlos. Los tres muros de los que hablo son la manifestación en acero y concreto del más puro colonialismo actual y presente.

Uno está en África, al occidente, cerca de las Islas Canarias. La República Árabe Saharaui Democrática (RASD) es reconocida por unos ochenta estados y se registra entre los territorios ocupados en la lista de Naciones Unidas. La región fue colonizada por España al final del siglo XIX. Hacia la muerte de Franco en 1975, España abandona el territorio sin traspasar la soberanía, dejando puerta franca a la invasión marroquí, que es apoyada por Estados Unidos como revelan documentos desclasificados (ecsaharaui.com, 2020). El muro se despliega de Norte a Sur del territorio Saharaui. De un lado la zona liberada, donde han confrontado las más adversas condiciones del desierto alrededor de 30.000 saharauis en contacto con otros 170 mil en campos de refugiados en Argelia. Del otro lado, los territorios ocupados, más de dos tercios de la RASD, donde se encuentran las minas de fosfatos (la mayor riqueza del país) y el único acceso al océano.

Parte del sistema de muros hecho por Marruecos en la República Árabe Sarahui

Un «muro», en realidad es un sistema de muros y cercas, con campos minados, sistemas electrónicos de vigilancia, bunkers y el resguardo de unos 100 mil soldados marroquíes. Su construcción contó con asesoría israelí y fue condenada por la Corte Internacional de Justicia. Su longitud es de 2.720 km.

El muro de la vergüenza también se le llama al sistema de murallas, cercas, trincheras y puestos de vigilancia que atraviesan el territorio palestino y rodean Gaza. La excusa es proteger territorios que han sido ilegalmente ocupados, donde se han instalado colonias israelíes sobre las ruinas de poblaciones palestinas expulsadas. Las murallas seccionan el territorio para hacer inviable la constitución de un Estado Palestino. Los muros separan en algunos lugares a los pobladores de sus tierras que sólo pueden trabajar con permisos de las autoridades israelíes. Hacen lejanos y dependientes de la voluntad del ejército de ocupación, el acceso a centros de trabajo, escuelas y centros de salud. Para ir de una aldea a otra (o a la ciudad), las y los palestinos deben pasar por puestos de control. Cómo en la Sudáfrica racista, el muro garantiza el apartheid. Como bajo el régimen nazi, las comunidades palestinas están convertidas en ghettos. También la Corte Internacional de Justicia ha condenado este muro, que sigue en construcción.

Parte de la Muralla de Gaza

La tercera muralla está entre Estados Unidos y México. Entre 1845 y 1848, Estados Unidos se anexó por la fuerza los territorios de lo que hoy son Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma. En total fueron dos millones cien mil kilómetros cuadrados, más de la mitad del territorio mexicano. El muro que Trump prometía llevar a las dimensiones de la Gran Muralla China, comenzó a construirse en 1994 y tiene hoy unos mil kilómetros de extensión en distintos trechos. Uno dice “el muro”, pero no es sólo pared, comprende «barreras de contención, iluminación de muy alta intensidad, detectores de movimiento, sensores electrónicos y equipos con visión nocturna conectados a la policía fronteriza estadounidense, así como vigilancia permanente con camionetas todoterreno y helicópteros artillados”, como puede leerse en Wikipedia.

En su momento la nueva frontera dejó del otro lado a miles de mexicanos, hoy se estima que las mexicanas, mexicanos y sus descendientes en Estados Unidos superan los 36 millones, alrededor de la cuarta parte de toda la población mexicana y del 12% de la población de Estados Unidos.

Parte del muro fronterizo entre Estados Unidos y México

Mientras son un indudable componente de la población del país del norte, su migración a lo que fue su territorio ha sido castigada y perseguida. Durante los años de gobierno de George W. Bush fueron detenidos en la frontera un promedio de 82 mil personas mensuales, durante los gobiernos de Obama el promedio mensual fue de 35 mil y de 40 mil bajo Trump. Como efecto del muro, la migración a través del desierto de Sonora ha dejado más de 10 mil muertos.

Estos muros comenzaron a construirse a finales del siglo XX, pero son fundamentalmente muros del siglo XXI.

John D. Rockefeller renace en Guyana

Werther Sandoval

(Venezuela)


Podría ser atrevido. Pero tras la lectura del reportaje publicado por el diario español eleconomista.es, titulado El imperio de Exxon: más de un siglo dominando la industria del petróleo, es inevitable relacionar la agresiva voracidad lucrativa y belicista del actual presidente de la Exxon Mobil, con la evasión del servicio militar del progenitor de su empresa, John D. Rockefeller, a participar en la Guerra de Secesión de EEUU, que cobró cerca de 600.000 vidas entre 1861 y 1865.

“Y mientras miles de ciudadanos morían en el campo de batalla, él (Rockefeller) y su firma se fijaban en las fluctuaciones de materias primas básicas para el conflicto, como alimentos o suministros. Sin embargo, dos años antes de que acabase la guerra, él y su socio, M. B. Clarck, pusieron sus ojos en un nuevo activo que parecía prometedor: el petróleo”, dice el reportaje.

Es decir, el sueño americano de John D. Rockefeller hacia “patria” con la muerte de sus compatriotas, lucrándose con los alimentos y el petróleo exigidos por la contienda bélica, aplicando así la misma estrategia que hoy subyace y emplea la Exxon Mobil en sus relaciones con el gobierno de Guyana, al afirmar su presidente, Alistair Routledge, que las medidas adoptadas por este país son un buen augurio “para fortalecer su relación bilateral con países como Estados Unidos en el área militar, defensa y seguridad”.

John D. Rockefeller

En otras palabras, la empresa heredera de John D. Rockefeller (1839-1937), cuyo padre decía que “Engaño a mis hijos cada vez que puedo”, calienta el enfoque militar de Guyana, mientras le exacerba un supuesto patriotismo útil para hacer negocios petroleros.

Y es que en la trastienda de los negocios con las guerras donde mueren otros, la historia de la Exxon Mobil está marcada por su impronta genética del monopolio, de su adicción por el control total del negocio petrolero, una carga hereditaria que hoy determina sus decisiones en torno a sus relaciones con Guyana respecto al petróleo venezolano que explota del venezolano Esequibo.

La hebra histórica de la empresa sigue siendo la misma: apropiarse monopólicamente del petróleo. El reportaje de eleconomista.es relata que la eficacia de la compañía respecto a sus costes la posicionó como uno de los actores con mayor pujanza del mercado. Tanto, que al finalizar la Guerra de Secesión, en 1865, ya estaba en el top 5 por ingresos del país. Y poco después comenzó su expansión nacional.

Empezó cambiando el nombre de la compañía, a Standard Oil, y para 1870 ya refinaba un cuarto del petróleo del país. Y, además, contaba con un as en la manga, un acuerdo secreto para el transporte de crudo con una tarifa preferencial. La compañía ferroviaria Lake Shore Rail Road le ofrecía un descuento de 74%, un arma con la que hundió los precios y desplumó a la competencia. A cambio, la empresa de transporte recibía, al menos, 60 furgones diarios de crudo.

El texto cuenta que este acuerdo, junto con su eficaz modelo de gestión y una agresiva campaña de compras, la convirtió en la responsable del refino de 95% de todo el crudo de Estados Unidos. Era el rey del petróleo mundial, con 20.000 pozos, 6.400 kilómetros de oleoductos y más de 100.000 empleados.

“Todo iba bien hasta 1885, cuando el fiscal general de Ohio, David Watson, demandó a la compañía por monopolio, pidiendo su disolución. Esta imposición solo fue parcial, separando la firma de Ohio del resto. Ya con una condena en firme, la situación parecía complicada, pero el ingenio de Rockefeller daría vida al imperio de Standard Oil, al menos, durante un par de décadas más”.

A los pocos años, la empresa volvió a ser fundada, esta vez con la sede en Nueva Jersey, aprovechándose de una regulación más indulgente. En teoría, la empresa en sí misma no era un monopolio con su nueva estructura, pero, realmente, dominaba más de 88% del petróleo, gracias al control que tenía en el accionariado de otras 41 compañías. El problema vino cuando Estados Unidos lanzó la Ley Sherman, una ley antimonopolio que prohíbe todo acuerdo que restrinja el comercio, unas normas que serían la base de la futura destrucción de la compañía, que sin embargo tardó tiempo en ponerse en marcha.

En 1909, el Departamento de Justicia demandó a la compañía, en un caso histórico, por sus “descuentos y prácticas discriminatorias contra la competencia”. En el que fuera uno de los conflictos judiciales más importantes de toda la historia de Estados Unidos, la sentencia decretó que la empresa debía dividirse en 34 firmas independientes. De los restos de este imperio surgió toda la industria petrolera que hoy conocemos y, a la cabeza de estos, se encontró Exxon.

En los confusos años iniciales del sector, tras el fin del reinado de Standard Oil, una empresa comienza a emerger entre los ‘hijos’ de aquel gigante. Se trata de Jersey Standard, que crece hasta adquirir el 50% de Humble Oil. Esta fue la culminación de una expansión a lo largo y ancho del país, a través de una batería de ofertas por minas, plantas y activos. Ante la necesidad de unir bajo un mismo paraguas a un amplio grupo de empresas que habían ido fusionándose, cambió su nombre a Esso, abreviatura de Standard Oil, en 1926.

Finalizada la segunda guerra mundial, entró en el crudo de los Países Bajos y en Arabia Saudita, comprando parte de la Arab-American Oil Company, lo que hoy en día es Aramco, la tercera empresa más grande del mundo. También fue una de las principales firmas detrás del despertar petrolero de Libia, al realizar un gran descubrimiento en 1959 en la región.

En la década de los 50 su poder como un titán de la industria estadounidense ya estaba completamente claro. En la primera edición de la revista Fortune, la empresa ya figuraba en el Top 3 de todo el país, solo por detrás de General Motors y delante de marcas clave en la historia del país como US Steel.

Desde entonces, el tema del nombre de la compañía se convirtió en un verdadero problema. La que fuera Jersey Standard llevaba décadas llamándose Esso, una abreviatura que recordaba al viejo imperio de los Rockefeller, pero que no gustaba al resto de herederos de la petrolera, que la demandaron. Estos pleitos fueron muy distintos en cada estado, obligando a que dependiendo de si la marca estaba en el extranjero, en Nueva York, Los Ángeles o Dallas, el nombre variase. Para poner fin a esta situación decidió cambiar su nombre a Exxon.

Otra guerra, de Israel, la de Yom Kippur, provoca que la OPEP detenga su producción y realice un embargo a Occidente. Los efectos fueron claros: se duplicó el precio del crudo y se desató una recesión global.

Tras la crisis del crudo, la compañía protagonizó uno de los mayores accidentes ambientales hasta la fecha. Uno de sus petroleros encalló en Alaska, provocando una fuga que afectó a más de 2.000 kilómetros por toda la costa, vertiendo más de 37.000 toneladas de hidrocarburos. Finalmente, Exxon llegó a un acuerdo de 1.025 millones de dólares para compensar lo ocurrido.

Durante la década posterior, la compañía siguió un rumbo trazado, sin grandes cambios en su hoja de ruta, pero pronto se vio que estaba cociendo uno de los mayores golpes en toda la historia de Wall Street. En 1998, Exxon y Mobil, otro de los herederos de la antigua Standard Oil, anunciaban un acuerdo de fusión por 73.700 millones de dólares. La primera petrolera del mundo se unía a la tercera, en la que era la adquisición más grande hasta aquel momento y, creando, sin duda, la que sería la mayor empresa energética del mundo, Exxon Mobil.

Este acuerdo surgió poco después, casi como respuesta, a la unión de BP con Amoco, la que durante un corto periodo de tiempo fue la mayor fusión industrial. Sin embargo, pronto fue eclipsada por el nuevo imperio petrolífero norteamericano.

Hoy la compañía reafirma su vocación de poder. El penúltimo capítulo es, al margen de la guerra de Ucrania y la posterior crisis energética, el ‘boom’ de producción apoyado en la tecnología de fracturación hidráulica. Su apuesta por este nuevo mecanismo para extraer hidrocarburos le ha llevado a su último y ambicioso movimiento, con la compra de Pioneer por 60.000 millones de dólares.

El último capítulo se sintetiza en las palabras de su presidente Routledg: “Seguimos comprometidos con Guyana y hacemos negocios aquí y cumplimos los compromisos que asumimos. Los guyaneses pueden esperar aún más inversiones mientras la compañía trabaja para finalizar su sexto proyecto aquí con el Gobierno”.

Firma de los acuerdos entre ExxonMobil y el gobierno de Guyana

De hecho, el presidente de Guyana, Irfaan Ali, anunció el pasado 8 de febrero que harán inversiones en equipos y armamento militar con la ayuda de EEUU, Francia y Reino Unido.

Actualmente, con tres buques de producción de petróleo (Liza Unity, Liza Destiny y Prosperity) en funcionamiento, la compañía produce aproximadamente 645.000 barriles de petróleo por día. Se espera que para finales de 2024 pueda alcanzar una producción total de 500 millones de barriles acumulados, desde el inicio de la producción en 2019.


Nota

25 años. Hoy, siete transformaciones

Yoama Paredes

(Venezuela)


Transformar es un concepto bastante radical. Como profesora de Química quisiera explicar con un ejemplo de la ciencia que estudia las transformaciones de la materia. El plátano verde no es dulce porque lo que tiene es almidón, en la medida en que madura, ese almidón se convierte en glucosa, lo que le da el sabor dulce al plátano maduro. Ya no tiene almidón, éste, el almidón, se transformó en glucosa: n C6H10O5 + n H2O=n C6H12O6.

Si eres egoísta y te transformas en solidario, ya no eres egoísta. Si eres individualista y ahora convives y te complementas, ya no eres individualista. ¡Te transformaste! En el ejemplo, ya la glucosa no será más nunca almidón.

Hace 25 años heredamos una sociedad con cimientos de colonización y neocolonización, patriarcal, violenta, de exclusión, de desigualdad, injusticias sociales, representativista, sin planificación ni territorios. El comandante Chávez recogió el testigo Bolivariano del subsuelo donde estaba y revolvió todo lo que estaba naturalizado y normalizado. Y fue así como el Pueblo de la República Bolivariana de Venezuela decidió como fin supremo Refundar la República, volverla a fundar, pues con semejantes cimientos, era necesario transformar la sociedad.

1) Transformación económica: Un país rentista hoy ha aumentado su diversidad productiva, con rubros que se producen 100% en el país. Una Patria Productiva no será más nunca rentista, se transforma.
2) Independencia plena. esta transformación es la más difícil, requiere un proceso profundo de descolonización. Todos los cimientos políticos, educativos, científicos, tecnológicos y culturales son producto de la imposición europeocéntrica y estadounidoscéntrica. Las lógicas, los métodos, el «sentido común», los patrones, los roles, los códigos son de desarraigo, negación de identidad, endoracismo, vergüenza étnica, y una profunda dependencia que genera la gran alienación y mutilación de la creación y la producción. La transformación requiere catalizadores fuertes que durante estos años han sido banderas de lucha, la visibilización de los excluidos y las excluidas, la igualdad en condiciones y oportunidades y la construcción de una sociedad consciente que ama su Patria y defiende su soberanía. Refundar la Educación, las ciencias, las tecnologías, las culturas (todo en plural con reconocimiento de la diversidad). ¡Esa glucosa jamás será almidón otra vez!
3) Seguridad interna de Paz. Sustituir el modelo de dominación y sometimiento heredado de la esclavitud por el modelo de convivencia heredado de nuestros pueblos indígenas. Retomar nuestras raíces societarias de convivencia será el mayor catalizador de esta transformación en cada Territorio desde lo vecinal y organización comunitaria.
4) Transformación Social. Proteger al Pueblo requiere del esfuerzo del mismo Pueblo. La solidaridad, la cooperación, el apoyo mutuo, el bien común, que todas y todos velemos por todas y todos. Es dar el pescado y enseñar a pescar (Hugo Chávez), es realmente luchar por la soberanía de cada ser humano para potenciar su capacidad de sustento hasta erradicar la pobreza extrema. Y esto es posible en colectivo y bajo la premisa humanista y socialista «De cada quien según sus capacidades y a cada quien según sus necesidades».
5) Transformación Política. Aún hoy se entiende una política muy aprendida de las viejas prácticas (proselitismo individual, aspirar, competir, empujar, engañar, capitalizar, marramuciar, chanchullar, el oportunismo, el fin justifica los medios, «tu sabes cómo es, así es la política»), por eso, aparte por supuesto de la dictadura mediática, ha resultado en el descontento y decepción de las mayorías, que no quieren saber nada de política (esa política). Así que para lograr la repolitización de las mayorías, es fundamental la transformación de la práctica política. Complementar, respetar, reconocer, consensuar, colectivizar, sumar, la transparencia, la honestidad. Ser referente de la sociedad en valores y principios y educar la conciencia del Pueblo desde el ejemplo.
6) Transformación Ecológica. Otra manera de ver el mundo. Como establece el preámbulo de nuestra CRBV, un equilibrio ecológico desde nuestra cotidianidad. Educarnos para amar y cuidar nuestro ambiente. Asumirnos los y las seres humanos como parte del ambiente. Tres fenómenos capitalistas están destruyendo el planeta: explotación desmedida, extinción y consumo desmedido. La transformación sería explotar lo necesario, no extinguir y consumir lo necesario con conciencia y sustentabilidad.
7) Transformación Geopolítica. No más imperios, no más mundo unipolar. La República Bolivariana de Venezuela está contribuyendo al mundo multicéntrico y pluripolar.

Integralidad en el qué. Integración en el cómo. El modelo impuesto nos enseñó una sola manera de ver el mundo y nos inculcó que era superior, el sistema de conocimiento reduccionista, atomizado, fraccionado, parcelado. Por eso nos cuesta tanto Refundar porque lo hacemos desde lo aprendido (colonización). Estas siete Transformaciones están todas relacionadas y todas dependen de todas, por lo que es fundamental verlas como un todo (qué) y sólo así es posible construir metodologías integradoras (cómo). Vamos pues, juntas y juntos, a descolonizar el pensamiento y el sentimiento, para transformar el discurso y el accionar. Esa glucosa más nunca será almidón.

Cuando los pilotos israelíes se negaron a matar a civiles: 20 años de una rebelión olvidada

Nueve integrantes de la Fuerza Aérea de Israel fueron expulsados del cuerpo en 2003 por rechazar cualquier participación en los ataques liderados entonces por el Gobierno de Sharon

Tomado de Público, España

Ni cómplices, ni autores. En el otoño de 2003, varios pilotos de la Fuerza Aérea de Israel desobedecieron las órdenes del Gobierno de Ariel Sharon y rehusaron participar en los ataques contra la Franja de Gaza. Aquella rebelión acabó con la expulsión de los objetores.

«Nosotros, veteranos y pilotos en activo que hemos prestado servicios y aún servimos al Estado de Israel, nos oponemos a cumplir órdenes ilegales e inmorales en los territorios», decía una carta publicada en septiembre de 2003 por 27 militares, lo que despertó la ira de sus jefes.

Un capitán identificado como Asaf L. declaró entonces a The Guardian: «Alguien tomó la decisión de matar a gente inocente. Esto significa que somos terroristas. Esto es venganza». Asaf fue uno de los destituidos por firmar aquella carta.

«Asesinato deliberado»

La gota que derramó el vaso fue el asesinato de 14 familiares de Salah Shehade, un líder militar de Hamás. Su casa fue bombardeada y allí murieron, sobre todo, niños. «Asesinato deliberado», fue el término empleado por los militares israelíes que rechazaron aquella acción y decidieron apartarse de los ataques indiscriminados contra civiles.

El entonces jefe de la Fuerza Aérea israelí, el general Dan Jalutz, respondió a aquella protesta con contundencia: según anunció en septiembre de ese año, los nueve pilotos en activo que habían suscrito la carta serían dados de baja.

«Se oye en las calles de Israel: la gente quiere venganza. Pero no deberíamos comportarnos así. No somos una mafia«, dijo por su parte el teniente coronel Avner Raanan, quien había servido durante 27 años a las Fuerzas Armadas de Israel.

«Nos negamos a servir»

En 2014 hubo otra reacción de desobediencia ante los ataques indiscriminados contra la población civil. «Somos reservistas israelíes. Nos negamos a servir», afirmaron 50 ex soldados israelíes en una carta publicada el 23 de julio de ese año en The Washington Post.

«El ejército de Israel, una parte fundamental de la vida de la gente israelí, también es el poder que somete a los palestinos que viven en los territorios que fueron ocupados en 1967. Su estructura actual funciona de tal manera que su lenguaje y modo de pensar nos controlan: dividimos el mundo entre buenos y malvados según categorías del ejército», añadían.

Recordemos al USS Liberty

José Ignacio González Briceño

(Venezuela)


Los Sionistas no tienen amigos, tienen cómplices.

De cara a la brutal escalada genocida de Israel contra el pueblo palestino y cuando los congresistas estadounidenses (demócratas y republicanos) cierran filas -como de costumbre- para apoyar unánimemente al aparato militar-industrial y al sionismo internacional; conviene recordar lo ocurrido durante el llamado Incidente del USS Liberty.

El 5 de junio del año 1967, ese proyecto británico que llamamos Israel, declaró súbitamente una “guerra preventiva” contra la República Árabe Unida (hoy Egipto, Siria y Jordania). bajo el pretexto de que Gammal Abdel Nasser (presidente de la RAU) había aglutinado tropas en la frontera. En 48 horas, las fuerzas armadas israelíes bombardearon y destruyeron las principales bases aéreas egipcias y sirias; y en 6 días de la traicionera agresión, Israel había ocupado los territorios del Sinaí, Cisjordania, los Altos del Golán, Jerusalen y Gaza, dando inicio a la masacre que continua hasta nuestros días. Y en medio de la carnicería, un solitario barco americano navegaba las aguas internacionales del Mar Rojo, sin ser consciente de que estaría a punto de ser el “daño colateral” más vergonzoso de la historia del país del billete verde y el Burguer King: se trataba del USS Liberty.

De acuerdo con el historiador, veterano de marina e investigador americano Colin D. Heaton; el USS Liberty era un buque de “Investigación Técnica” de la Armada de los Estados Unidos. Un blindado de clase Belmont modelo AGTR-5, -un buque espía, vamos-; cuya misión consistía en monitorear el conflicto en pos de suministrar a la CIA información en tiempo real mediante la intercepción de señales codificadas de los bandos beligerantes.

El 8 de junio, la inteligencia israelí reportó al Jefe de Operaciones Naval, el almirante Issi Rahar que las tropas ocupantes israelíes en El Arish, región del Sinaí, habían sido atacadas por un buque egipcio, El Quiser; ataque que -al menos según Heaton- nunca ocurrió. Lo que si ocurrió es que los sionistas achacaron la responsabilidad de este inexistente ataque alpresunto barco egipcio que se encontraba a 14 millas náuticas de la costa del Sinaí. ¿El único problema? No existía tal barco egipcio, la nave que transitaba por ahí era el buque americano USS Liberty.

Confundidos como estaban, los israelíes procedieron a realizar un ataque combinado de su fuerza aérea –ordenado por el coronel Shmuel Kislev y el cabecilla de Inteligencia de la Fuerza aérea el General Yeshayahu Beneket– y la naval; el cual resultaría en 34 estadounidenses muertos y 172 heridos en una embarcación de 294 tripulantes.

Primero Beneket ordenó reconocimiento aéreo y ataque contra el buque, abriendo fuego por más de 20 minutos, en los cuales destruyeron las antenas y equipo de comunicaciones del buque. El capitán del escuadrón aéreo reportó a sus superiores que el buque era, de hecho, estadounidense; pero estos no hicieron sino proseguir y escalar el ataque. Conviene recordar que el ataque no sólo fue llevado a cabo en aguas internacionales, sino que (para mayor inri) los aviones caza israelíes no estaban identificados con las respectivas banderas. Pero como veremos más adelante, evitar crímenes de guerra no fue exactamente la prioridad de esta gente.

Los tripulantes del navío atacado, por su parte, lograron reparar la antena y enviar una señal de auxilio al USS Saratoga, portaaviones norteamericano parte de la sexta flota de los EEUU estacionado en el golfo arábico y capitaneada por el Comandante Joseph Tully, quien ordenó el despliegue de 12 aviones caza modelo F-4 Phantom para que repelieran el ataque y asistieran a la tripulación. Sin embargo, tan solo minutos antes de que los cazas norteamericanos hicieran contacto, el capitán recibió una llamada del Secretario de Defensa de los EEUU, Robert Macnamara, ordenando que cancelara la misión, dejando a su suerte a la tripulación del USS Liberty. Una vez más, los políticos en Washington dejando claro que entre amigos e intereses, siempre prevalecen éstos últimos… De acuerdo con Heaton, de haber llegado los 12 cazas, la subsiguiente operación naval israelí hubiera sido cancelada y la mayoría de las víctimas se habrían evitado. La postura oficial del gobierno de los EEUU es que cancelaron el envío de ayuda porque recibieron una llamada de Israel asegurando que habían cometido un error y que cesarían el ataque; lo cual, evidentemente, no ocurrió.

Cancelados los refuerzos, los israelíes iniciaron una segunda ronda de ataque aéreo, esta vez con bombas de racimo y napalm hiriendo aún a más miembros de la desamparada tripulación del Liberty. Llegados a este punto, el coronel Kislev ordena detener el ataque de la fuerza aérea; pero no así el comandante de la flotilla de torpedos Moshe Oren, quien convencido de que la identidad del barco era el buque egipcio El Quiser, ordenó el asalto de su flotilla de destructores; los cuales procedieron a torpedear a los estadounidenses. Uno de los 6 torpedos disparados acierta de lleno, con lo cual el USS Liberty se enciende en llamas, resultando en la muerte de 25 americanos más en el proceso.

La excusa de que se trataba de un caso de identidad confundida por parte de la marina y aviación israelí es ridícula, pues las dimensiones del USS Liberty prácticamente superaban por cinco las del Quiser; por no añadir que los israelíes habían hackeado los transmisores del barco y sabían perfectamente que la frecuencia de radio utilizada por éste correspondía con la típicamente utilizada por los norteamericanos.

Si el lector cree que la pesadilla acabaría aquí, lamento decepcionarlo. Con buena parte de la tripulación muerta, y el barco en llamas a medio hundir; la tripulación realiza un último intento desesperado de pedir ayuda. Logran enviar una señal de socorro que es captada por el portaaviones USS America, quienes decidieron enviar 2 buques en auxilio del Liberty, así como 3 botes salvavidas para socorrer a la tripulación. Los israelíes torpedearon 2 de los botes salvavidas y abordaron un tercero, ametrallando al personal médico en obvia violación de los estatutos de la Convención de Ginebra e infinidad de otros estatutos del derecho internacional humanitario. Con este último acto de barbarie, Israel finalmente da fin a su operación y permite que los norteamericanos auxilien a los sobrevivientes.

Podríamos terminar el artículo con una nota amarga, diciendo lo obvio: que el gobierno gringo y los grandes conglomerados mediáticos hicieron lo imposible por encubrir el “accidente”; o como más de 50 años después, ni una de las victimas ha recibido un centavo en materia de reparaciones por parte del régimen sionista. En vez de ello, prefiero terminar con una anécdota:

El capitán del USS Liberty, William McGonagle, fue condecorado con la Medalla de Honor por sobrevivir al atentado. Es el único oficial en la historia de los EEUU en recibir tales honores en secreto por parte de un Secretario de Marina, en una discreta oficina de una base naval, en vez de por el presidente en la Casa Blanca, como usualmente se estila. Adicionalmente, en los records oficiales del Senado aparece como si hubiera sido condecorado con dicha medalla por sus servicios en la Guerra de Vietnam; guerra en que para la fecha, él no había siquiera participado…

Belén

Humberto J. González Silva

(Venezuela)


En su mensaje de Navidad, el Papa Francisco recordaba que “la mirada y el corazón de los cristianos de todo el mundo se dirigen hacia Belén. Allí, donde en estos días reinan dolor y silencio…” Porque Belén es el pueblo que representamos en los nacimientos, el lugar donde nació el Niño Jesús, a quien el Papa llama el Príncipe de la Paz. El mismo que se enfrenta a la guerra: «en la Escritura, al Príncipe de la paz se le opone el Príncipe de este mundo que, sembrando muerte, actúa en contra del Señor, que ama la vida». «Lo vemos obrar en Belén cuando, después del nacimiento del Salvador, sucede la matanza de los inocentes.»

Y de víctimas inocentes se llena la Tierra Santa. En Belén, “los Patriarcas y Jefes de la Iglesia en Tierra Santa solicitaron no celebrar Navidad este año, y la municipalidad quitó las luces navideñas de las calles”, informa la Tercera. “Hacemos un llamado a nuestras congregaciones para que se mantengan firmes junto a quienes enfrentan tales aflicciones este año, renunciando a cualquier actividad innecesariamente festiva”, insiste el comunicado de los jefes religiosos. “Se tomó la decisión de restringir las celebraciones navideñas a rituales religiosos y organizar eventos para transmitir nuestra enérgica condena a la agresión israelí contra nuestro pueblo palestino en Cisjordania y Gaza”, dijo la municipalidad de Belén.

Belén

Belén queda en los territorios de Cisjordania, grupo de fragmentos territoriales, administrados formalmente por la Autoridad Nacional Palestina. Cruzada por territorios ocupados por los colonos israelíes, apoyados en su fuerza armada. Más allá está la Franja de Gaza, administrada por Hamas. En Cisjordania también se ha sentido la ofensiva israelí: “Un informe de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, emitido este jueves 28 de diciembre, acusa a las autoridades de Israel y a colonos judíos de un “rápido deterioro” de los derechos humanos de los palestinos en Cisjordania ocupada, incluida Jerusalén Este. La ONU recalca que se trata de violencia y represión no vista en años… Entre los abusos, el reporte denuncia “asesinatos ilegítimos” y “detenciones arbitrarias”. Entretanto, el Gobierno de Benjamin Netanyahu rechazó los señalamientos y calificó el reporte de “ridículo”, señala la agencia France24.

En los detalles de las agresiones en Cisjordania, el reporte de Naciones Unidas denuncia:

1. El asesinatode 300 palestinos, incluidos 79 niños, desde el pasado 7 de octubre hasta el 27 de diciembre. De esos delitos, detalla, las fuerzas de seguridad israelíes mataron al menos a 291 personas, los colonos asesinaron a ocho y la otra persona no se ha establecido si fue asesinada por los militares o los colonos. “Se trata de una magnitud considerable de víctimas mortales, que se suma a los 200 palestinos que ya habían sido asesinados en la zona en lo corrido del año, antes del 7 de octubre”,

2. “La ONU denunció macabros hechos ilegales cometidos por las tropas del país dirigido por Benjamin Netanyahu” (palabras de France24). Entre ellos, describe que “los días 19 y 20 de octubre, durante una incursión de 30 horas de duración en el campo de refugiados de Nur Shams en Tulkarem (ciudad palestina de Cisjordania, al norte de las montañas de Samaria), las fuerzas israelíes, utilizando armamento y medios de combate militares, mataron a 14 palestinos, entre ellos seis niños, e hirieron al menos a otros 20, y arrestaron a 10 palestinos”. Asimismo, “la investigación describe un fuerte aumento de los ataques aéreos del Ejército israelí, así como de las incursiones de vehículos blindados de transporte de tropas y excavadoras enviadas a campos de refugiados y otras zonas densamente pobladas de Cisjordania, que causaron muertes, heridos y grandes daños a bienes e infraestructuras de carácter civil”.

3. Las fuerzas de seguridad israelíes arrestaron “a más de 4.700 palestinos, incluidos unos 40 periodistas, en Cisjordania, incluida Jerusalén Este”.

4. “La deshumanización de los palestinos que caracteriza muchas de las acciones de los colonos es muy inquietante y debe cesar de inmediato. Las autoridades israelíes deberían censurar e impedir enérgicamente la violencia de los colonos y procesar tanto a sus instigadores como a sus autores”, (Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk).

5. A algunos de los detenidos «los desnudaron, les vendaron los ojos y los inmovilizaron durante largas horas con esposas y piernas atadas, mientras los soldados israelíes les pisaban la cabeza y la espalda, los escupían, los estrellaban contra las paredes, los amenazaban, los insultaban, los humillaban y, en algunos casos, los sometían a abusos sexuales y violencia de género”.

6. A partir del 7 de octubre “también se ha producido un fuerte aumento de los ataques de los colonos judíos, con un promedio de seis incidentes por día”, analiza el informe. Los “tiroteos, incendio de casas y vehículos y arrancamiento de árboles” son algunos de los hechos violentos denunciados. “En muchos incidentes, los colonos estaban acompañados por las ISF (Fuerzas Armadas Israelíes), o ellos mismos vestían uniformes de las ISF y portaban rifles del ejército”, según el informe. La Oficina de Derechos Humanos de la ONU documentó “múltiples incidentes de colonos que atacaron a palestinos que cosechaban sus aceitunas, incluso con armas de fuego, y los obligaron a abandonar sus tierras, robaron sus cosechas y envenenaron o destrozaron sus olivos.”

Los detalles sobre lo que ocurre en Cisjordania se ven opacados continuamente por el genocidio en marcha en la Franja de Gaza. Un genocidio que pretende encubrirse bajo el lema que utilizan los medios hegemónicos: “guerra entre Israel y Hamas”, como si el derecho a la resistencia del pueblo palestino fuera la excusa para el “castigo”, que no persigue otra cosa que el exterminio y la expulsión.

Imagen de un artículo de RTVE titulado «20.000 muertos en Gaza: la destrucción de la guerra, en datos»

Un reportaje de rtve.es titula: “Un palestino muere en Gaza cada cinco minutos…”. Es del 21 de diciembre y desde entonces las cifras se incrementan a un ritmo de 200 homicidios cada 24 horas. Según el reportaje los palestinos asesinados superan los 20.000, alrededor del 70% son mujeres y niños. A este número hay que agregar un estimado de 6.700 personas que yacen atrapadas entre escombros. La cuenta macabra supera el 1% de la población de la Franja de Gaza. Es decir, de cada 100 habitantes de la Franja, uno ha sido asesinado por los bombardeos y ataques terrestres israelíes, 3 han sido heridos y 83 han sido “desplazados”, obligados a huir de sus casas destruidas o bajo la amenaza de destrucción. Se trata de un millón novecientas mil personas obligadas a vivir en condiciones inhumanas. La destrucción y los daños sobre la infraestructura (sean escuelas, hospitales, viviendas o lo que sea), alcanza el 40%. No solamente asesinan, sino que las fuerzas militares israelíes están dedicadas a hacer imposible la vida en Gaza. Exterminar y expulsar. Son las caras del genocidio.

Joe Biden ha declarado al menos dos veces poniendo en duda las cifras de muertes proporcionadas por el Ministerio de Salud de Gaza. BBC se pregunta en un reportaje cómo se cuentan las muertes. Para los señores de la guerra, sus crímenes contra la humanidad sólo son un riesgo si pone en peligro su reputación. ¿Acaso si fueren 18 mil las muertes y no 20 mil, sería menor el crimen? Huyen del escándalo que se pueda producir entre las buenas personas, tejiendo cortinas de humo y convirtiendo a las víctimas en demonios.

No les importa la mentada “comunidad internacional”, solamente si el asunto se les va de las manos. El “derecho internacional” que usan cuando les conviene les es indiferente cuando están en juego sus intereses. Véase, sino, que los trabajadores y trabajadoras de las Naciones Unidas asesinados en Gaza son más de 100: “Con la bandera de la ONU ondeando a media asta en todas sus oficinas en el mundo, la Organización de las Naciones Unidas rinde tributo este lunes a sus 101 trabajadores muertos en servicio durante los bombardeos israelíes a la Franja de Gaza”, escribe el 21 de noviembre la prensa de la Organización de Naciones Unidas (news.un.org). Con la bandera a media asta, por la desaparición de las ilusiones sobre el papel de las organizaciones internacionales en la defensa de los derechos humanos y la soberanía de los pueblos.

La agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, la UNRWA, ha denunciado este 30 de diciembre que militares israelíes han abierto fuego contra un convoy humanitario que circulaba por una de las supuestas rutas seguras marcadas por el Ejército israelí en el norte de la Franja de Gaza. Al principio de esta fase de la guerra de exterminio, los jefes sionistas decían que el ataque sería contra el Norte de la Franja de Gaza, hoy destruida en cerca del 75% de sus infraestructuras. En estos días de diciembre, los ataques se concentran en el centro y el sur de la Franja. No hay “zonas seguras”.

Bandera de la ONU a media asta

Sudáfrica ha presentado una solicitud ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en la que pide medidas provisionales contra Israel para proteger a la población palestina del genocidio que está llevando a cabo en la Franja de Gaza. Las agencias de noticias hegemónicas y aquellas temerosas de salirse del guion, escriben “genocidio”, así, entre comillas. La Real Academia de la Lengua Española define genocidio como: “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.”

«Israel ha participado, está participando y se corre el riesgo que siga cometiendo actos genocidas contra el pueblo palestino en Gaza», señala el escrito presentado por Sudáfrica a la CIJ, donde agrega que estas acciones son llevadas a cabo «con la intención específica» de «destruir a los palestinos como parte de un grupo nacional, racial y étnico».